Frente a la calma inmensidad del Río de la Plata, esta sala de estar y música se incorpora como un pabellón adosado a la vivienda principal, expandiendo el acto de habitar hacia la contemplación, la creatividad y la experiencia musical.
La arquitectura se configura a partir de una caja horizontal de proporciones armónicas, que respeta la escala del entorno y la casa existente. Volúmenes puros y materiales nobles —hormigón, metal, madera y vidrio— trazan una presencia sobria, en diálogo con la línea del horizonte y el carácter silvestre del paisaje costero.
En su interior, la madera aparece como materia viva: reviste los pisos y asciende hasta cielorrasos en planos continuos que aportan calidez y domesticidad, al tiempo que mejoran el confort acústico. Así, el espacio se transforma en una cámara sensible, pensada para acoger tanto la música como la pausa.
Este cuerpo arquitectónico se manifiesta como un umbral entre la vida cotidiana y el tiempo suspendido de la creación artística. Arquitectura y música se entrelazan aquí en una misma búsqueda: la de una armonía profunda, un ritmo preciso, donde cada nota y cada línea construyen un espacio para el alma.